jueves, 22 de enero de 2015

El periodo de entre guerra. El imperio de la mujer - alta costura

Al acabar la Primera Guerra Mundial, la burguesía del siglo XIX había perdido su preponderancia absoluta. Parcialmente arruinada y conmocionada por el nuevo rumbo de la historia, tuvo que aceptar de mala gana la competencia de una nueva clase de nuevos ricos surgida a la sombra del conflicto armado. El dinero y el poder cambiaron de manos, pero la Alta Costuracontinuó siendo una industria próspera que encontraba clientes en la sociedad emergente. En 1920 la costura francesa propuso la vuelta al traje sofisticado, tentativa que, sin embargo, sólo tendría éxito en 1947, tras la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento de loca euforia las mujeres rechazan esa imagen por demodé, imponiéndose la ropa corta, que, además,
atrae la atención de los hombres que vuelven del frente. Las casas de costura que ejercieron mayor influencia entre 1920 y 1940 estaban dirigidas por mujeres. Ciertamente, Worth y Doucet seguían en activo, pero ya no volvieron a ser las casas-vedette. Las creadoras favoritas son Jeanne Lanvin (1867-1946), en principio modista y creadora, a partir de 1906, de trajes bordados de un gusto exquisito; Madeleine Vionnet
(1876-1975), la pionera del corte al bies, que logrará su cenit creativo en los años 30; y Gabrielle Chanel (1883-1971), que, más que inventora de formas, es la primera gran estilista y representante de un nuevo estilo de vida.


La primera guerra mundial y la moda - alta costura

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) acabó con el brillante carácter de la moda
orientalizante. Con los hombres en el frente, las mujeres se vieron obligadas a asumir responsabilidades laborales y sociales, y a dejar la casa. Así, poco a poco, se fue imponiendo un traje práctico, adaptado a las
nuevas formas de vida. Por primera vez la falda se acortó considerablemente; en 1915, el traje cubre rodilla y pantorrilla, pero despeja los tobillos. Y, sin embargo, una revolución de tal magnitud no tiene
carácter ni origen reivindicativo o provocador; las circunstancias la impusieron. El nuevo largo de las faldas armonizaba, además, con la ropa tipo sastre, sin adornos, que extendió naturalmente su propuesta
para adultas razonables, no para muñecas de salón. Sin pretenderlo, Paul Poiret había suministrado a las mujeres el vestuario de la emancipada: el traje sastre de tipo deportivo, en un solo color, para todas las
horas del día. Esta tendencia representa también una cierta idea democrática. A simple vista era difícil distinguir entre la elegante que había pagado una fortuna por su traje sastre, la obrera que lo había copiado de figurines de moda, o la burguesa que lo compraba en unos grandes almacenes. La guerra produjo también una enorme profusión de jerséis tejidos a mano. Las revistas femeninas publicaban modelos de
punto para soldados, las mujeres abandonan los bordados por las labores de punto y fabrican chándales, calcetines, boinas y chalecos abotonados en el delantero. Paulatinamente empiezan a usarlos ellas también,
debido a su fácil mantenimiento y a la sencillez de su elaboración. Los tejidos de punto, que revolucionaron la ropa para niños, irrumpieron también en el mundo de la moda gracias, principalmente, a las creaciones
de Gabrielle Chanel, que por esas fechas abre una casa de costura en París.

Paul Poiret. La silueta del nuevo siglo - alta costura

Sería en el taller de Doucet, y más tarde en el de Worth, donde se formaría el modisto que recibe el mérito de haber creado, a principios del siglo XX, la silueta de la mujer moderna.
Paul Poiret (1879-1944) creció en el París de la Belle Époque, y pudo contemplar cómo las toilettes fastuosas de la casa Worth dejaban de corresponderse con el gusto de las mujeres modernas. Sensible a este cambio de atmósfera, Poiret abrió su propia casa de costura a finales de 1904. Rápidamente elaboró su propio estilo, una ropa completamente
nueva para una clientela de mujeres ávidas de novedades. Inspirada a la vez en la moda arcaizante del Directorio, del que retomó la línea recta marcada únicamente por un frunce bajo los senos, y por el traje tradicional de Oriente, del cual había imitado los motivos estilizados y los vivos colores, la nueva ropa se llevaba sin corsé, para que la línea natural del cuerpo, apenas moldeada, se adivinara bajo el traje. Tras los inevitables reparos, las mujeres aceptaron el cambio (aunque haciendo trampas con la cintura, que seguían reduciendo a base de ballenas). En dos o tres años, toda la compleja parafernalia de la toilette femenina quedó demodé, y las mujeres redujeron el peso de su atuendo de tres kilos a 900 gramos. Todo gracias a Poiret, iniciador por otra parte del uso comercial de las ilustraciones de jóvenes artistas como Paul Iribe, Georges Lepape y André Marty. Pero, en todo caso, Poiret no era un avanzado defensor de la emancipación de la mujer. Suprimió el corsé para hacer a la mujer más seductora. Tuvo la suerte y la sabiduría de ser el primero en captar los deseos de cambio y beneficiarse de ese clima favorable. En 1910 su revolución estaba consumada, y la Alta Costura ya sólo fabricaba trajes más livianos. Claro está que no todas las mujeres renunciaron al corsé de la noche a la mañana, pero si los llevaban lo disimulaban. Inmediatamente muchos creadores se dedicaron a copiar a Poiret, vulgarizando su línea hacia su aspecto más funcional, lo que acabó
decepcionando al maestro. A partir de 1920 Poiret se convirtió en un profeta superado por sus propios discípulos, y en 1925 cerró su casa de costura. Pero ya para siempre personifica un estadio superior de
la historia del traje femenino: el retorno al traje fluido, entallado, que significaba el fin de la moda recargada que había durado cuatro siglos, siempre acompañada de corsés
con ballenas. Poiret fue también mecenas y animador de la vida parisiense; sus fiestas se hicieron legendarias. Para tales ocasiones creó numerosos trajes, que conservan aún una extraordinaria belleza, debido a su calidad e inspiración. Contemporáneo y admirador de Mariano Fortuny y Madrazo, en su
tienda sólo vendía ropa con su propia etiqueta, con la única excepción de la firmada por el hispano veneciano Fortuny.

El nacimiento de la industria - alta costura

Durante el siglo pasado, la industria de la moda ha dependido de las decisiones de un pequeño grupo de especialistas. Por escaso que haya sido siempre el número de mujeres que hayan podido acceder a esos modelos de firma, en ellas se ha inspirado la opinión pública de todo Occidente. Las revistas de moda parisinas se convirtieron muy pronto en propagandistas de las proposiciones de la Alta Costura, y la industria de la confección femenina, cuya organización coincide poco más o menos con la de la Alta Costura, se inspiraría desde el principio en las iniciativa de las grandes casas. Fenómeno prácticamente simultáneo fue la aparición en las principales capitales europeas de los primeros grandes almacenes, cuyos departamentos de moda adquirieron enseguida una enorme importancia, al poner al alcance de las clases medias dignas imitaciones de las creaciones de los grandes modistos. La cadena de la industria de la moda, tal y como la conocemos, funcionaba ya en el arranque del siglo XX.

El gobierno de los mejores - alta costura

Las exigencias de la Cámara Sindical de la Alta Costura se han ido suavizando a lo largo del siglo pasado, pero siguen siendo muy estrictas. Hoy en día, sus integrantes están obligados a presentar dos colecciones
al año en la ciudad de París, en fechas fijadas por la Cámara, con al menos 75 modelos originales por colección, diseñados y confeccionados en talleres propios, y sujetos a comisiones de control. El taller debe
contar con un mínimo de veinte empleados fijos. Además, cada colección tiene que presentarse al menos cuarenta y cinco veces enun año dentro de la propia casa de costura, y con al menos tres maniquíes “vivientes”. Desde 1950, muchas de las casas de costura se vieron obligadas a cerrar y se dedicaron a la creación de artículos concebidos para su fabricación en serie, sobre todo prendas de prêt-à-porter. Desde entonces, las firmas de Alta Costura han basado gran parte de su estrategia de negocio en la concesión de licencias de uso de marca para cosméticos, perfumes, joyas y accesoriosen general. La intervención efectiva del modisto en el diseño y control de estas líneas, así como los acuerdos sobre royalties, dependen de cada caso concreto. La Alta Costura, que se autorreguló ya en 1876, ha dictado durante los últimos 100 años la moda del mundo con el único aval de su prestigio. Actualmente vive de los beneficios que le procuran la cosmética

La indumentaria de la moda - alta costura

La moda es un fenómeno socio-cultural que surgió en Europa en los albores del Renacimiento. Hasta el siglo XIV la ropa había sido, por supuesto, símbolo de pertenencia a una determinada clase social, pero la innovación renacentista consistió en poner de relieve el valor de la individualidad. La ropa empezó a convertirse en expresión, además, de la personalidad; en exaltación de un gusto propio. Este fenómeno se correspondió con el surgimiento de un deseo de autoría en todas las artes. La industria textil progresaba y la comunicación por mar con Oriente a través de la ruta de la seda aportaba tintes de colores nuevos, pieles, sedas, tejidos de Damasco, hilos de oro... Entre la aristocracia y la burguesía de las ciudades italianas y flamencas comenzó a desarrollarse un diálogo nuevo a través de la vestimenta, un deseo de ser original, que se extendió por toda Europa y no se produjo en ninguna otra cultura: las modas. Sin embargo, sólo durante el siglo XX este fenómeno cobra dimensiones desconocidas.