Al acabar la Primera Guerra Mundial, la burguesía del siglo XIX había perdido su preponderancia absoluta. Parcialmente arruinada y conmocionada por el nuevo rumbo de la historia, tuvo que aceptar de mala gana la competencia de una nueva clase de nuevos ricos surgida a la sombra del conflicto armado. El dinero y el poder cambiaron de manos, pero la Alta Costuracontinuó siendo una industria próspera que encontraba clientes en la sociedad emergente. En 1920 la costura francesa propuso la vuelta al traje sofisticado, tentativa que, sin embargo, sólo tendría éxito en 1947, tras la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento de loca euforia las mujeres rechazan esa imagen por demodé, imponiéndose la ropa corta, que, además,
atrae la atención de los hombres que vuelven del frente. Las casas de costura que ejercieron mayor influencia entre 1920 y 1940 estaban dirigidas por mujeres. Ciertamente, Worth y Doucet seguían en activo, pero ya no volvieron a ser las casas-vedette. Las creadoras favoritas son Jeanne Lanvin (1867-1946), en principio modista y creadora, a partir de 1906, de trajes bordados de un gusto exquisito; Madeleine Vionnet
(1876-1975), la pionera del corte al bies, que logrará su cenit creativo en los años 30; y Gabrielle Chanel (1883-1971), que, más que inventora de formas, es la primera gran estilista y representante de un nuevo estilo de vida.
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