jueves, 22 de enero de 2015

La primera guerra mundial y la moda - alta costura

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) acabó con el brillante carácter de la moda
orientalizante. Con los hombres en el frente, las mujeres se vieron obligadas a asumir responsabilidades laborales y sociales, y a dejar la casa. Así, poco a poco, se fue imponiendo un traje práctico, adaptado a las
nuevas formas de vida. Por primera vez la falda se acortó considerablemente; en 1915, el traje cubre rodilla y pantorrilla, pero despeja los tobillos. Y, sin embargo, una revolución de tal magnitud no tiene
carácter ni origen reivindicativo o provocador; las circunstancias la impusieron. El nuevo largo de las faldas armonizaba, además, con la ropa tipo sastre, sin adornos, que extendió naturalmente su propuesta
para adultas razonables, no para muñecas de salón. Sin pretenderlo, Paul Poiret había suministrado a las mujeres el vestuario de la emancipada: el traje sastre de tipo deportivo, en un solo color, para todas las
horas del día. Esta tendencia representa también una cierta idea democrática. A simple vista era difícil distinguir entre la elegante que había pagado una fortuna por su traje sastre, la obrera que lo había copiado de figurines de moda, o la burguesa que lo compraba en unos grandes almacenes. La guerra produjo también una enorme profusión de jerséis tejidos a mano. Las revistas femeninas publicaban modelos de
punto para soldados, las mujeres abandonan los bordados por las labores de punto y fabrican chándales, calcetines, boinas y chalecos abotonados en el delantero. Paulatinamente empiezan a usarlos ellas también,
debido a su fácil mantenimiento y a la sencillez de su elaboración. Los tejidos de punto, que revolucionaron la ropa para niños, irrumpieron también en el mundo de la moda gracias, principalmente, a las creaciones
de Gabrielle Chanel, que por esas fechas abre una casa de costura en París.

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